El aprendizaje de las personas es la clave para que ellas se vayan adaptando a la velocidad de los cambios tecnológicos, laborales, sociales, en fin, a la nueva realidad,. Es un desafío para los sistemas educativos adaptarse a los estilos de aprendizaje de cada uno, la base de saberes que poseen, el perfil del estudiante de tal forma que se generen los climas de aprendizajes dinámicos y significativos, tanto aquellos que son presenciales o virtuales, que les permita beneficiarse de todo el conocimiento y la información disponibles en las redes, usando estos recursos en un proceso permanente de generación de conocimiento como es la innovación o el emprendimiento.
La educación virtual se ha convertido en un nuevo espacio de aprendizaje durante esta pandemia, en especial si se cuenta con una buena infraestructura tecnológica y las herramientas tecnológicas creadas para este tipo de educación, y disponibles, creando nuevas condiciones que eliminan las barreras de la distancia y tiempo.
Sin embargo, estamos ante un choque de paradigmas, donde a veces los docentes quieren replicar el modelo tradicional presencial en un espacio virtual de aprendizaje, generando la sensación que este modelo no es válido, la gente no aprende como cuando está en una sala de clase y se desconfía de las formas de evaluación. Es cierto que dimensiones como la emocional y el contacto directo con el otro no aparecen, de allí que los sistemas híbridos son los que han tenido más éxito.
A pesar de ello, la educación virtual hace más accesible la información, nos ha permitido enfrentar la situación actual, pero principalmente permite la aplicación de nuevos métodos pedagógicos para los niños y jóvenes y andragógico para los adultos que continúan estudios. Estos métodos apuntan al aprendizaje significativo y autónomo. Esto supone una gran transformación en el rol del docente que deberá centrarse más en generar las condiciones de aprendizaje a partir de climas que son adecuados, que dictar una clase frontal o presencial. También para el estudiante es un cambio, ya que debe asumir un papel activo en su propio aprendizaje como es el caso de las clases invertidas.
De allí que el trabajo docente tiene dos dimensiones: uno generar tareas en vez de clases, con sus respectivos recursos educativos con ciertas características atendiendo los estilos de aprendizaje de los estudiantes y la otra la asistencia a los estudiantes. De allí que se pasa de un modelo contenidista a otro organizado por tareas que debe realizar el estudiante, con el acompañamiento docente para atender las dudas y consultas que los estudiantes le realizan a los efectos de que vayan superando sus conflictos cognitivos cuando dicen “no entiendo o no sé cómo hacer esto”.
La planificación del docente debe estar centrada en tareas o situaciones de la realidad que inicien un proceso de aprendizaje junto con diferentes recursos asociados (videos, documentos, guías, links a bibliotecas digitales o sitios relevantes, entre otros) con la finalidad de facilitar la asimilación de nuevos conocimientos. De allí que la innovación educativa comienza a ser algo frecuente en la tarea docente con el fin de desarrollar una experiencia de aprendizaje motivadora. La dimensión presencial, o sincrónica cuando se hace por medio de una herramienta de comunicación, será principalmente para atender las dudas y consultas de los estudiantes, estimulando el trabajo en red o colaborativo.
La interacción del docente con el estudiante es fundamental para mantener su atención y ayudarlos a reforzar el aprendizaje autónomo. En esta interacción el docente podrá mostrar presentaciones de power point, videos, podrá hacer conferencias con distintos profesionales que aporten a la temática, ya sea nacionales o internacionales, así como con estudiantes de otros países, lo que les permite conocer otras culturas, aplicar el trabajo en equipo dividiendo las instancias comunicación en línea, en espacios donde se discutan diferentes temas y luego en forma grupal se intercambien opiniones sobre el mismo. O sea el docente debe trabajar en un rol de mediador para que los estudiantes consideren dichas instancias necesarias y valiosas que aportan a su experiencia y aprendizaje.
Esto genera un gran desafío para las instituciones universitarias, a los efectos de que, los estudiantes puedan acceder desde distintos dispositivos, a dichos espacios virtuales de aprendizaje. Centrar el aprendizaje en el estudiante es atender lo que le interesa y a sus perfiles de aprendizaje a los efectos de tener éxito en esta modalidad de educación. La planificación docente debe orientar al estudiante en su trayecto de formación para que comprendan la aplicabilidad de lo aprendido, y eso es fundamental que, a través de metodología como el estudio de casos o la resolución de problemas los conecte con la situación actual, o situaciones cotidianas de la profesión que estudian.
Desde la investigación educativa se ha constatado que toda persona aprende si se le dan los recursos, el tiempo y las condiciones que precisa para incorporar nuevos conocimientos y competencias Para aprender se requiere ese estímulo inicial que resulte interesante y nuevo. Y es fundamental asociar la teoría con la realidad que rodea al estudiante, entonces se logra la atención de un modo significativo.
En el ser humano la curiosidad, ese deseo de conocer cosas nuevas, es el que lleva a la búsqueda de conocimiento no sólo en general, sino en el contexto del colegio, las universidades o en la investigación científica
Finalmente, no hay estudiantes malos o buenos, sino personas que aprenden diferente. De allí que la evaluación formativa se torna en un proceso clave es aquí nuestro mayor aliado. Podemos centrarnos en qué aspectos se pueden mejorar y no en calificar o en resaltar aquello que está ‘mal’. No hay aprendizaje significativo sin errores, por eso los errores son parte del proceso de aprendizaje profundo. De allí que se han ido creando herramientas que se pueden entre otras formas. Este es uno de los secretos para generar aprendizajes significativo, pasar de un modelo castigador del error a una evaluación más real y comprendislbe para el estudiante, que al final debe ser autónomo y ser competente para actuar proactivamente ante los desafíos que la vida le genera como persona, trabajador, emprendedor o ciudadano.