La música no es un lenguaje, no me cabe duda. A nadie se le pide una licenciatura, un doctorado o ni siquiera estudios básicos de lectura musical para adquirir una entrada para disfrutar un concierto.
Ella, la música, se mete directamente a nuestras almas, y lo hace sin pedir permiso. Agradezco profundamente que así lo haga. De otra manera, quizás nuestros prejuicios, miedos, y un sin fin de excusas nos impediría sentir eso, eso que ni siquiera sabemos nombrarlo cuando una lágrima recorre nuestros rostros emocionados; transformados por el arte.
Sin embargo, constituye tal vez la más sublime de las instancias comunicacionales. Los que nos subimos a los escenarios sabemos reconocerlo mas no verbalizarlo, pero estoy seguro que los que nos miran desde sus asientos lo perciben.
Ahí y así nos encontramos, nos expresamos, nos comunicamos, nos emocionamos.
Gracias a la música. Gracias a los músicos.