Como todos sabemos a partir de marzo del corriente año, el Uruguay, el mundo en general
comenzó a vivir una situación nunca antes experimentada, ni siquiera por nuestros mayores.
La experiencia de una crisis sanitaria global era, hasta hace un tiempo desconocida, más aun si
tenemos en cuenta que nuestra sociedad estaba habituada a obtener rápidas curas para la
abrumadora mayoría de las enfermedades, más aun para enfermedades tan masivas como la
del Covid 19. Por primera vez, después de la crisis de fiebre amarilla de fines del siglo XIX,
nuestro país y en particular su capital no se veía amenazada por una situación que ponía en
peligro la vida de todos, de todos en general, sin distinción alguna.

Desde el viernes 13 de marzo de 2020, lo cotidiano se rompió en el Uruguay, ninguna actividad
fue ajena a dicha ruptura, tampoco lo fue el ejercicio de las distintas profesiones; como por
ejemplo la abogacía.

El día domingo 15 de marzo de 2020, se anunció por parte las autoridades judiciales la
suspensión de todas actividades presenciales en los estrados de la república; ergo, se
suspendieron audiencias, comparendos y atención en las oficinas por cualquier motivo. Todo
lo programado quedo en la nada, las agendas quedaron en blanco, hasta nuevo aviso. Los
plazos dejaron de transcurrir, las puertas de las oficinas públicas (registros, ministerios) se
cerraron, dejando tras de sí un conjunto de incertidumbres sobre los derechos de los
ciudadanos uruguayos.
Esa fue la tónica de muchos meses , dos por lo menos, donde los profesionales del derecho
pasamos a convertir nuestros escritorios en oficinas virtuales, evacuando los requerimientos
profesionales que les eran cursados a través de video conferencia, correos electrónicos o
simples llamadas telefónicas. No se trabajó menos, por el contrario, la incertidumbre sobre un
estado de derecho opacado por la emergencia, agrego trabajo, que se mezcló
irremediablemente con la vida privada; pues las llamadas por teléfono o los mensajes de texto
transpusieron las barreras de los horarios de oficina a los cuales estábamos acostumbrados.
Pero, como nada es para siempre, la segunda quincena del mes de mayo vino con la novedad
de la reapertura de las oficinas judiciales, donde se atiende estrictamente por agenda y donde
las audiencias se celebran respetando las distancias y con mucho alcohol en gel. La
normalidad, en estado de alerta, sigue tomando su lugar y las cosas toman su nuevo cauce,
con el mensaje de que la existencia humana está rodeada de incertidumbres.
La actualidad nos muestra una sociedad con nuevos desafíos, con el desafío de afianzar los
valores basados en la solidaridad, en el entendido de que todos formamos parte de un mismo
barco, guiado por el timón del estado de derecho y el respeto de las leyes; pero por sobre
todos guiados por la justicia, parafraseando al maestro Coutoure en los mandamientos del
abogado: “Tu deber es luchar por el derecho; pero el día que encuentres en conflicto el
derecho con la justicia, lucha por la justicia.”


 

 

 

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