Cuando todo arrancó, la verdad es que sentí miedo…  mucho miedo. Sin mucha información y con demasiada incertidumbre empezábamos a cumplir la “cuarentena”.

Había llegado el coronavirus a Uruguay y cuando se empezaron a comunicar las medidas de aislamiento social, siendo una de ellas la suspensión temporal de las clases presenciales para toda la educación, directamente me sentí aterrada como mamá.

El colegio respondió enseguida con un plan que imagino no tenían pensado; salíamos de la presencialidad, de “ir al cole” con todo lo que implica: APRENDER, jugar con los amigos, abrazar a las maestras, almorzar en el cole, compartir cada día en lo que era “su mundo” y pasamos las  clases “virtuales”, “zoom”, plataforma Ceibal, “crea”, “pam”, frases como “no son vacaciones”… Realmente sentí que era imposible y como madre me llené de frustración.

Pero empezamos; empezamos a probar de la mano del colegio, de la mano de las maestras, de la mano de la directora… Manos que nos agarraron tan tan fuerte que nos hicieron empezar a dar cada paso con firmeza. De a poco íbamos recorriendo ese mismo camino de incertidumbre, pero JUNTOS y así los miedos parecían empezar a irse. Esa distancia física se convirtió en cercanía “virtual” y de pronto valió mucho más que un abrazo.

Porque cuando no podíamos con nuestros hijos estaban full time las maestras “de oro” para darnos consejos o para llamar a nuestros chiquitos a contenerlos, explicarles, animarlos… y así lográbamos dar otro paso.  Porque el abrazo no podía estar pero estaba la mirada llena de amor en cada zoom, que hizo que nuestros chiquitos siguieran SINTIENDO además de aprender.  Porque había un cumpleaños y cada familia regalaba su cariño para que ese niño se sintiese especial en su día. Porque en esta virtualidad sentí muchas veces emoción.

Toda aquella pesadilla que parecía que nos iba a lastimar, nos terminó enseñando demasiado.  ¡Con 40 años aprendí qué ir a la dirección no es malo! La directora (Claudia) pasó a ser una persona incondicional en todo el proceso. Aprendí a compartir con las maestras que reitero que valen ORO, la enseñanza de cada tema. Aprendí a estar 24 horas con mis hijos y conocerlos mucho más de lo que los conocía. Pude darme cuenta de todo lo que implica que vayan al colegio y todo lo que reciben en el colegio.

Haber estado más lejos nos mostró el valor de hoy poder estar mas cerca. La distancia física acercó mucho más nuestros corazones. Y esa enseñanza fue para todos y la vamos a guardar para siempre. 

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