El ciberacoso no es simplemente una versión moderna del acoso escolar; es
una plaga completamente nueva, alimentada por la velocidad y el anonimato
de la era digital. Pensemos por un momento en la vulnerabilidad de un
adolescente que se enfrenta a un ataque constante en línea. Ya no hay
refugio al final del día escolar, no hay un respiro en la privacidad de su
habitación. El acoso sigue a su víctima a todas partes, vibrando en su bolsillo
con cada notificación, iluminando la pantalla en la oscuridad de la noche.
Cada "compartir", cada comentario hiriente, es un golpe que resuena en el
alma de la víctima, amplificado por la multitud virtual que observa, a menudo
sin intervenir. La sensación de impotencia es abrumadora. ¿Cómo luchar
contra un enemigo invisible que se esconde detrás de perfiles falsos y se
propaga como un virus? El ciberacoso despoja a las víctimas de su dignidad,
las aísla en un laberinto de soledad y desesperación.
Las consecuencias son mucho más profundas de lo que muchos imaginan. No
se trata solo de "cosas de niños" o "bromas pesadas". El ciberacoso deja
cicatrices emocionales que pueden durar toda la vida. La ansiedad se
convierte en un compañero constante, la depresión oscurece el futuro y la
autoestima se desmorona hasta el punto de la auto destrucción. Los jóvenes
que son víctimas de ciberacoso a menudo se sienten avergonzados y
temerosos de buscar ayuda, atrapados en un ciclo de silencio y sufrimiento.
¿Cómo podemos permanecer indiferentes ante esta realidad? ¿Cómo
podemos permitir que nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros vecinos,
sufran en silencio? Debemos despertar de nuestra complacencia y reconocer
que el ciberacoso es un problema que nos concierne a todos. No podemos
seguir ignorando el grito silencioso de aquellos que sufren en línea.
Es hora de actuar. Debemos educar a nuestros jóvenes sobre los peligros del
ciberacoso y enseñarles a ser ciudadanos digitales responsables. Debemos
fomentar la empatía y el respeto en línea, y crear espacios seguros donde las
víctimas puedan denunciar el acoso sin temor a represalias. Debemos exigir a
las plataformas digitales que tomen medidas para prevenir el ciberacoso y
proteger a sus usuarios.

Pero sobre todo, debemos cambiar nuestra cultura. Debemos dejar de
normalizar el comportamiento abusivo en línea y empezar a celebrar la
amabilidad y la compasión. Debemos recordar que detrás de cada pantalla
hay un ser humano, con sentimientos y emociones. Debemos convertirnos en
defensores de la bondad en la era digital, y trabajar juntos para construir un
mundo en línea donde todos se sientan seguros y respetados.
El ciberacoso es un desafío complejo, pero no es insuperable. Tenemos el
poder de cambiar el rumbo de esta historia. La pregunta es: ¿tendremos el
valor de hacerlo?

Dra Carolina Abuchalja
Directora General Eduschool

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